Miro a Jesús de Nazaret en medio
de esta crisis que no cesa de agravarse. No porque piense que él –y
mucho menos la fe cristiana– sea la única alternativa, ni siquiera
necesariamente la mejor. Simplemente, cada uno tiene sus raíces, y las
mías están en Jesús, a él le quiero y le sigo. Pero las raíces nos
conducen a lo más profundo, al agua y el humus que a todos nos nutren,
al Fondo sin nombre, a la Misericordia sin fondo, donde somos Uno.
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