Los
religiosos y religiosas de España, reunidos estos días en Asamblea
General como CONFER y representando a la Vida religiosa española no
podemos en estos momentos y en esta fecha sentirnos ajenos a lo que es
un clamor popular de exigencia de justicia en nuestro país.
Lo
queremos hacer como signo de solidaridad con tantas tragedias, cuyas
lágrimas y angustias no son para nosotros anónimas, sino de rostros que
conocemos bien, conscientes también de las ambigüedades en que muchas
veces cae nuestra propia Vida Consagrada., y llamados, como todos, a la
conversión personal sin la que no será posible un cambio social que
ponga en primer plano los valores de la justicia y la solidaridad, la
ética y la búsqueda del bien común antes que los intereses particulares y
partidistas.
No podemos dejar de
constatar, con enorme preocupación, el prolongarse angustioso de la
crisis social y económica, que afecta cada vez a más sectores de nuestra
sociedad. Nuestra vocación nos llama a ser testigos de la misericordia y
el amor de Dios en el mundo, y por ello no podemos permanecer
insensibles ante una sociedad que egoístamente ha desplazado a los
márgenes a aquellos que para Jesús son el centro.
Tenemos
que preguntar con libertad evangélica a los responsables de los asuntos
públicos, cómo es posible que aun disponiendo de tantos medios
económicos y técnicos, no han sido capaces de ordenar la vida común de
un modo verdaderamente justo y humano, preguntar si se están repartiendo
con equidad las cargas de la crisis, y si de verdad se esfuerzan por
encontrar todos los recursos posibles y necesarios para remediar lo que
ya son necesidades primarias como la comida, la salud, la vivienda, la
educación, la cooperación al desarrollo de los países empobrecidos, etc.
No podemos creer que la palabra “no hay alternativas” sea la última
palabra de nuestro momento presente como si fuese ya el fin de la
historia. Nosotros creemos en el ser humano porque creemos en el Dios de
la esperanza como motor de la vida.
Nos
unimos, pues, a todas las voces, angustiadas o indignadas, que claman,
en el día de hoy y cada día, por una sociedad distinta, donde sean
posibles la justicia y la misericordia.
Hoy, 15 de noviembre de 2012.
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