La
posible intervención militar de Estados Unidos en Siria podría
convertirse rápidamente en una guerra internacional a gran escala. Nunca
–desde la crisis de los misiles del año 62– se ha sentido tan
intensamente el peligro de una guerra nuclear.
Más allá del debate sobre la autoría de los ataques con armas
químicas (que recuerdan a las armas de destrucción masiva de Irak), se
esconden las verdaderas preguntas importantes: ¿quién ha dado autoridad a
Estados Unidos o Francia para convertirse en jueces y policías del
mundo? Y, sobre todo, ¿por qué mantiene Obama esa determinación para
realizar el ataque, cuando existen obvios peligros de desestabilizar con
ello a todo Oriente Próximo y por extensión a todo el mundo?
Efectivamente, Rusia y China han dejado bien claro que se oponen a
ese ataque. De hecho, Rusia tiene una base militar en Tartus, un puerto
sirio, y está movilizando buques de guerra hacia la zona.
Tal como explica el texto de Ekai Center, publicado
recientemente en nuestra web, es ingenuo confiar en un ataque militar
limpio, quirúrgico; la lógica de la guerra implica que habrá una
respuesta del país atacado (Siria), creando una espiral creciente de
hostilidades, con un claro riesgo de implicación de más países en el
conflicto.
Tampoco es aceptable a estas alturas pensar que a nadie conviene una guerra.
Muy al contrario, si una gran potencia pierde capacidad económica pero
mantiene su poder militar intacto, la lógica nos indica que estará
crecientemente tentada a encender una guerra en la que tendrá poco que
perder y mucho que ganar.
Aunque el rechazo a la intervención militar en Siria está aún lejos
de las masivas movilizaciones del año 2003 contra la guerra de Irak,
comienzan a aparecer diversas respuestas e iniciativas.
La del Papa Francisco está siendo una de las más enérgicas. Tras
escribir una carta al G-20 en el que apela a “abandonar cualquier
pretensión de una solución militar” y convocar en el Vaticano a los
embajadores de todo el mundo para plantear una estrategia común,
organizó el sábado día 7 de septiembre una jornada de ayuno y oración
por la paz en Siria.
El conjunto de líderes cristianos de Oriente Próximo también han
hecho constar su oposición al ataque. Por otra parte, en colectivos de
izquierda y antimilitaristas, tras unos meses de debates internos por la
complejidad de la situación (en los países árabes la izquierda apoya la
‘primavera árabe’ contra las dictaduras), aparece hoy con nitidez el
rechazo a la intervención militar externa sobre Siria.
Estamos a tiempo de actuar para detener esta locura, y son muchas
cosas las que podemos hacer, comenzando por buscar información veraz y
difundirla en nuestro entorno.
No hay comentarios:
Publicar un comentario