Por Joaquín García Roca, sociólogo y teólogo, del Consejo de Iglesia Viva
Las manifestaciones del papa Francisco, en conversación informal con periodistas, en las que solicita que no se insulte ni provoque la fe de los demás “porque será natural e inevitable que alguien dé un puñetazo a quien ofende a su madre” han planteado cuestiones que cada una de ellas merece una atención diferenciada.
1.- Algunos andan preocupados por el alcance del “puñetazo”. ¿Cómo un papa que enfatiza la misericordia y el perdón ha podido justificar una reacción violenta? ¿Dónde queda aquello de la otra mejilla, se preguntan con evidente asombro? Ciertamente que un puñetazo ni es mortal ni incita a la guerra santa ni inicia una revuelta ni justifica medidas violentas; simplemente indica que el amor sin indignación no es amor en absoluto. Quien es incapaz de airarse, sólo conoce la apatía de la indiferencia. Un amor decidido y eficaz es un amor airado. Por eso el cristiano se indigna airadamente de los productores de pobreza, de los políticos corruptos, de los provocadores gratuitos, de los saboteadores de la convivencia. Quizá el mundo cristiano necesita más personas indignadas que den puñetazos ante los despropósitos e injusticia. No se está justificando asesinatos, violencias ni terrorismos sino indicando simple y decididamente que no todo es tolerable. Con la imagen del puñetazo se indica que la suavidad y amabilidad en cualquier circunstancia no equivale al amor cristiano sino que muchas veces esconde cobardía y flojera.
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"Iglesia viva"
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