Comprendo
que haya bastantes mujeres decepcionadas con la reciente exhortación
del papa Francisco. Lo mismo que, sin duda, habrá otras que ahora se
sientan más seguras ante lo que ha dicho este papa innovador. Mi punto
de vista representa poco en éste y en tantos otros asuntos. Pero, sea
mucho sea poco, quiero dejar claro, de entrada, que estoy de acuerdo con
lo que dice Francisco sobre la mujer en la exhortación “Evangelii
Gaudium”.
Con tal que se tenga en cuenta que el
mismo papa, en esta exhortación (que no es una encíclica y menos aún una
definición dogmática) , les dice a los obispos y a los teólogos que, en
el asunto concreto de la ordenación sacerdotal de mujeres, “hay un gran
desafío”. Y por eso les dice a los entendidos en estos temas que
“podrían ayudar a reconocer mejor lo que esto implica con respecto al
posible lugar de la mujer allí donde se toman decisiones importantes, en
los diversos ámbitos de la Iglesia” (nº 104). El asunto, por tanto y en
lo que se refiere a la ordenación sacerdotal de mujeres, no está
cerrado, sino que está en un proceso de búsqueda, cosa que intentaré
explicar en lo que yo puedo alcanzar sobre el tema.
El papa Francisco insiste en la necesidad de que la Iglesia retorne a
la vivencia integral del Evangelio. Pues bien, si es que eso se toma en
serio, vamos en serio a poner en práctica lo que dice el papa. Y, en
tal caso, lo que en el Evangelio encontramos es que Jesús no ordenó de
sacerdote a nadie. No a mujeres, por supuesto. Pero tampoco a hombres,
ni siquiera a los apóstoles como se suele decir con más ignorancia que
conocimiento de causa. De “sacerdotes”, no se habla en la Iglesia hasta
el s. III. Y de “orden” y “ordenación”, deberíamos saber que el “ordo”
ni pertenece al lenguaje bíblico, sino que es un término y una
institución que se tomó de la organización de la sociedad romana. Y eso
se hizo también cuando ya estaba bien entrado el s. III.
No me detengo en otras explicaciones de historia. Para una
información de urgencia, como es el caso, mi punto de vista es que, si
Jesús no pensó en sacerdotes, sino que, por el contrario, tuvo
conflictos mortales con los sacerdotes, ¿es lo mejor para la Iglesia
aumentar el peso del clero y engordar un estamento que se ha apropiado
el poder y los privilegios, en detrimento de todos los demás creyentes
en Jesús? ¿vamos a potenciar con mujeres ese estamento que se está
extinguiendo porque cada día hay menos hombres que quieran formar parte
de ese colectivo? Si Jesús no pensó en clérigos o en sacerdotes, ¿los
vamos a mantener nosotros, incluso los vamos a potenciar con
sacerdotisas?
Entonces, ¿una Iglesia sin clero? Pues sí. ¿Y qué? Jesús escogió
doce apóstoles. Pero, a juicio del cristianismo naciente, aquello tuvo
la finalidad de que aquellos hombres fueran testigos de la resurrección
de Jesús. Por eso, a Judas se le buscó un sustituto (Matías). Pero
después, a medida que fueron muriendo los demás apóstoles, a ninguno se
le buscó otro sustituto. El Evangelio habla de discípulos ejemplares,
seguidores que tenían que anteponer el vivir como vivió Jesús a
cualquier otra cosa, incluso el entierro del propio padre. Pero, ¿gente
con poderes y privilegios? De ninguna manera.
Jesús los quería “los últimos”, los “sirvientes” y “esclavos” de
todos. Eso es lo que dice el Evangelio. Lo demás, lo hemos ido
inventando y engrosando los mortales. Para vivir de eso. ¿Que queremos
vivir como vivió Jesús? ¿Y quién se lo impide a las mujeres? Jesús no
quería gente con poderes, sino seguidores fieles de su forma de entender
la vida.
¿Y qué hacemos con los sacramentos? Que cada comunidad decida, en
cada caso, quién coordina, organiza o gestiona, como se hace en todas
las instituciones y grupos humanos. ¿Y lo que dijo el concilio de Trento
en su ses. VII? Antes de 1980 demostré, citando al detalle las Actas
del Concilio (“Símbolos de libertad”, 1981, cap. 8), que lo que se
afirma en esa sesión no es doctrina de fe. Se puede pensar de otra
menara y hacer las cosas de forma distinta. Lo que importa no es quién
tiene este poder o el otro. Lo que de verdad nos importa es vivir como
vivió Jesús. Del tema del aborto, hablaré otro día.
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