El fenómeno de la inmigración en estos días está tomando una dimensión aún más dramática si cabe que el resto del año.
Es paradójico que el buen tiempo, el mar en calma y la hermosa luna
de agosto, sirvan para hacer más patente la tormenta a la que está
abocado el planeta, donde el hambre y el dolor obligan a muchos a
ponerse en marcha hacia un lugar donde “alguien” les promete algo de pan
y dignidad para luego estrellar sus esperanzas en el muro de la
indiferencia, cuando no, en el desprecio, la cárcel y por último el
retorno al infierno de donde lograron salir.
Esta dramática situación viene a provocarnos y sacudir nuestras
conciencias de personas y cristianos y sin tener respuestas cerradas sí
que nos hace brotar de lo más profundo un “UN ¿POR QUÉ?, EN MAYUSCULAS”
No entendemos cómo este mar Mediterráneo, intercambiador de culturas y
civilizaciones, se puede convertir en este momento histórico, en una
barrera infranqueable.
Unimos nuestra preocupación a la de todos aquellos hermanos y
compañeros que viven situaciones parecidas o iguales en tantos lugares
de la tierra. Nos viene a la memoria Lampedusa, México, Melilla, Ceuta,
Costas de Andalucía, Canarias… lugares de sufrimiento donde la dignidad
humana se desfigura.
Se nos hace presente y asumimos plenamente la expresión de nuestro
papa Francisco en Lampedusa: ¡Vergüenza, vergüenza, vergüenza!
Pedimos al gobierno de nuestro país y a los gobiernos europeos, unas
políticas acordes a la dignidad de las personas, que fomenten el
desarrollo socio-económico de estos países, de cuya situación actual
somos cómplices históricos tanto nosotros como otros países Europeos.
Echamos de menos medidas más favorecedoras de acogida, que sean
promovidas por los líderes de las diferentes religiones que profesan
todas estas personas.
COORDINADORA NACIONAL
REQUIJADA, 14 DE AGOSTO DE 2014
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