Del 4 al 7 de septiembre de 2014 hemos celebrado en
Madrid el 34 Congreso de Teología sobre “LA REFORMA DE LA IGLESIA DESDE
LA OPCIÓN POR LOS POBRES”, que ha reunido a personas procedentes de los
diferentes países y continentes, culturas y religiones, en un clima de
reflexión, convivencia fraterno-sororal, diálogo e intercambio de
experiencias.
1. Comenzamos nuestra reflexión con la pregunta “¿fundó Jesús la
Iglesia?”. La respuesta es que puso en marcha una comunidad de iguales,
un movimiento de hombres y de mujeres, que le acompañaron y se
comprometieron en la construcción del Reino de Dios como Buena Noticia
para los Empobrecidos. Dicho movimiento continuó en las comunidades
cristianas con responsabilidades compartidas y especial protagonismo de
las mujeres. En ellas se tomaban las decisiones con la deliberación de
todos sus miembros y se tenía como ideal la comunidad de bienes. Con el
paso del tiempo este ideal fue desdibujándose hasta desembocar en una
Iglesia aliada con el poder, clerical, piramidal y patriarcal, si bien
hubo siempre colectivos que trabajaron por la reforma y y el retorno al
ideal evangélico de vida.
2. Hoy consideramos necesaria una Reforma radical de la Iglesia,
conforme al movimiento de Jesús y como respuesta a los desafíos de
nuestro tiempo. Dicha Reforma requiere la práctica de la democracia, el
reconocimiento y ejercicio de los derechos humanos, entre ellos los
derechos sexuales y reproductivos, así como el gobierno sinodal, vigente
durante los primeros diez siglos del cristianismo, con la participación
del laicado, que es la base de la Iglesia, para así superar la
“incoherencia vaticana”, que consiste en defender los derechos humanos y
la democracia en la sociedad y no aplicarlos en su seno.
3. Creemos que la Reforma de la Iglesia ha de traducirse:
-en el respeto a la laicidad, la crítica del poder y el compromiso con los sectores más vulnerables;
- en la denuncia del neoliberalismo, que el papa Francisco ha
calificado de “injusto en su raíz” ya que fomenta “una economía de
exclusión”, “una globalización de la indiferencia”, “una nueva idolatría
del dinero”, un medio ambiente “indefenso ante los intereses del
mercado divinizado,” y una incapacidad para “compadecernos ante los
clamores de los otros”;
- y en el apoyo a alternativas políticas y económicas, propuestas por los Foros Sociales.
4. La Reforma de la Iglesia requiere el respeto a la diversidad
cultural y religiosa, Lo contrario sería imperialismo. Consecuente con
esa actitud el Congreso de Teología ha escuchado las voces, los
testimonios y las interpelaciones de las iglesias del Sur, sobre todo
las procedentes de África y de América Latina, que reflejan su riqueza
cultural, sus potencialidad liberadora y sus propuestas de Reforma.
Escucha que implica cambiar la manera de pensar, de vivir, de producir,
de relacionarse el Norte con el Sur, una relación no opresora sino
co-operadora, no arrogante sino servicial, no colonizadora, sino
decolonial. .
5. La Reforma ha de hacerse desde abajo, desde la base social y eclesial, y exige una nueva ubicación: situarse en el lugar y del lado de los excluidos del sistema,
que son escandalosamente mayoría en la población mundial y que están
creciendo por mor de la crisis. Requiere, asimismo, un horizonte que la
oriente: la Iglesia de los pobres, y un principio ético-evangélico a seguir: la opción por los pobres.
6. La Reforma de la Iglesia debe ser inclusiva, ha de superar las
discriminaciones y exclusiones todavía vigentes y operantes por razones
de género, religión, cultura, etnia, clase social, orientación y opción
sexual, opción política, procedencia geográfica, relaciones de pareja, y
crear una comunidad acogedora, solidaria y samaritana, donde quepamos
todas y todos.
7. Esta Reforma ya está haciéndose realidad en los diferentes ámbitos
religiosos, eclesiales y sociales, como han mostrado las enriquecedoras
experiencias narradas por los propios protagonistas: en el mundo rural
compartiendo las luchas por la dignidad del campesinado, el reparto
equitativo de la tierra y las relaciones eco-humanas; en la inmigración
luchando por la liberación de las mujeres indígenas; en las cárceles
ayudando a las presas y los presos a recuperar la libertad y la alegría
de vivir; en las comunidades de base viviendo la fe cristiana en el
horizonte de la laicidad; en la lucha solidaria contra los desahucios;
en el ministerio episcopal y sacerdotal construyendo la Iglesia de los
pobres bajo la guía de la teología de la liberación; entre los jóvenes
indignados con el modelo de Iglesia autoritaria y de sociedad que los
margina.
8. Si la Reforma de la Iglesia no se lleva a cabo, ella misma se
estará haciendo el harakiri, y no podrá responsabilizar a otros de su
crisis y gradual pérdida de credibilidad. Si se hace de espaldas a los
marginados, estará siendo infiel a sus orígenes y a los pobres. Si no
es paritaria, inclusiva, intercultural e interreligiosa se alejará del
movimiento de Jesús y del principio igualitario formulado nítidamente
por Pablo de Tarso: “Ya no hay más judío ni griego, esclavo ni libre,
hombre o mujer” (Gálatas 3,26).
9. Amigas y amigos, estamos llamados a la tarea de la Transformación
de la Iglesia, pero no aisladamente, sino en sintonía los movimientos
sociales, ecológicos, religiosos y de espiritualidad liberadora. Para
ello necesitamos, como dice la canción, todas las manos, las negras y
las blancas, y extenderla lo más posible, desde la playa hasta el monte,
desde el monte hasta la playa, con la mirada puesta en el horizonte,
camino hacia la utopía.
10. No podemos terminar este Mensaje sin denunciar el terrorismo del
Estado Islámico, la masacre de Israel en Gaza, así como la violencia
contra los cristianos y otros grupos religiosos. Nos solidarizamos con
las víctimas y exigimos responsabilidades, reparación, rehabilitación y
justicia.
Madrid, 7 de septiembre de 2014
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