En la Agenda de 2012 nos preguntábamos qué Humanidad podemos y queremos ser, qué vida podemos y queremos vivir, qué convivencia anhelamos. Esta Agenda de 2013 aterriza en el campo de batalla de la Economía, donde se decide la voluntad y la posibilidad de vivir y de convivir toda la Humanidad con verdadera dignidad humana.
Emmanuel Mounier nos recordó que todo es política, aun cuando la
política no lo es todo. Mucho antes y después, ideologías y poderes lo
han reducido todo a la Economía. Churchill decía que «en el fondo de
toda cuestión hay una libra esterlina».
La Agenda aborda La Otra Economía. Que
no es un tema nuevo en absoluto, sino que empalma con la lucha utópica
de tanta Humanidad, en movimientos y revoluciones, con diferentes
nombres, pero en la búsqueda de la justicia, contra el hambre y la
esclavitud, contra todos los regímenes políticos que han negado el sol y
el pan a la inmensa mayoría de la Humanidad una.
Hablamos de La Otra Economía, otra de verdad, radicalmente
alternativa, no simplemente de reformas económicas». De reformismos
baratos nos libre el Dios de la Vida. La Otra Economía no puede ser sólo
económica; ha de ser integral, ecológica, intercultural, al servicio
del Buen Vivir y del Buen Convivir, en la construcción de la plenitud
humana, desmontando la estructura económica actual que está
exclusivamente al servicio del mercado total, apátrida, homicida de
personas, genocida de pueblos. Soñamos con un cambio sistémico que
atienda a las necesidades y aspiraciones de toda la Familia Humana
reunida en la casa común, el Oikos. «Oiko-nomía» es «la administración
de la casa», que tiene como ley la fraternidad/sororidad.
Esta economía otra, sólo puede darse a partir de una conciencia
humana y humanizadora que se niegue a la desigualdad escandalosa en la
que está estructurada la sociedad actual. Una Economía para todas las
personas y para todos los pueblos, en comunión de luchas y esperanzas.
Como soñaba el campesino para sus nueve hijos: «más o menos para todos».
En nivel de familia, de vecindario, de ciudad, de país, de continente,
de mundo. Siempre a partir de los pobres y excluidos; construyendo desde
la tierra del Pueblo, desde su sudor, desde su grito y su canto, desde
la sangre derramada por tantas muchedumbres de mártires testigos.
A raíz de la gran crisis escribía la revista «Iglesia Viva», en su
número 248: «La única forma de salir de la crisis y evitar otras más
graves es combatir la desigualdad en todas sus manifestaciones». Los
informes del PNUD nos vienen recordando que el 20% más rico de la
población mundial absorbe el 80% de las riquezas mundiales, y 11 el 20%
más pobre tiene que contentarse con el 1,6%. Según Noam Chomsky, 230
familias poseen el 80% de la riqueza mundial. Mientras perduren estas
cifras de desigualdad monstruosa no habrá paz ni justicia en el mundo.
La economía otra ha de ser la socialización de los bienes mayores, que
son patrimonio de toda la Humanidad: la tierra, el agua, la vivienda, la
salud, la educación, el trabajo, la comunicación, la movilidad…
La economía de mercado especulativa, financiera, rige el mundo y todo
está así sometido a la macrodictadura de la economía capitalista
neoliberal. En vez de una política social se ha impuesto el mercado
total y su economía especulativa financiera globalizada. La civilización
que hoy nos domina es la estructuración capitalista del egoísmo, de la
prepotencia, de la exclusión, del hambre, de la muerte antes de tiempo y
por causas inicuas…
El teólogo mártir Ellacuría propugnaba «la civilización de la
pobreza». Yo la traducía como «la civilización de la sobriedad
compartida». Si continuamos haciendo del lucro a cualquier costo la
pauta de la economía, seguirán creciendo el hambre, la miseria, la
violencia, la depredación. El crecimiento capitalista neoliberal sólo
puede vencerse con un «decrecimiento» armónico y mundial. «El Buen Vivir
y el Buen Convivir» exigen y posibilitan que la Humanidad crezca
verdaderamente, humanizándose en todos los niveles.
«Humanizar la Humanidad» es la consigna. Ecológicamente, pluriculturalmente, iguales y diferentes en la Casa Común, el Oikos.
A la luz de la fe religiosa, sobretodo, esa economía otra será una
verdadera espiritualidad: de compasión solidaria con todos los caídos a
la vera del camino; de indignación profética frente a todos los ídolos
de mentira y de muerte; de convivencia amorosa con todos los seres.
Supone una auténtica conversión al Misterio de la Vida, al Dios de ese
Misterio, al Oikos que cohabitamos.
Se dirá que es utopía; y lo es. Una utopía legítima si se vive día a
día construyéndola a fuerza de amor y de esperanza. Es una
economía-utopía que hay que ir inventando desde la práctica diaria.
Obligará a rever a fondo la noción y la práctica de la propiedad
privada, tenida como sacral e ilimitada. Las Religiones, la Iglesia
concretamente, han servido para justificar la entronización de una
propiedad privada que es privativa y privadora. En los primeros tiempos
de la Iglesia, por contrapartida, aquellos venerables obispos teólogos
dictaminaban categóricamente: «lo que te sobra no es tuyo». Acumulando
en pocas manos y excluyendo a las mayorías, la propiedad privada viene
siendo una guerra a muerte entre los opresores y los oprimidos, que
diría el teólogo Comblin, entre los que tienen y los que no tienen, que
diría Cervantes.
En lenguaje bíblico-teológico tenemos la palabra clave para hablar de
La Otra Economía, verdaderamente otra: el Reino, la economía del Reino.
Obsesión de Jesús de Nazaret, revolución total de las estructuras
personales y sociales. Utopía necesaria, «obligatoria», porque es la
propuesta del propio Dios de la Vida, Padre-Madre de toda la familia
humana.
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