Nos han ambientado algunas reflexiones del profesor Carlos Taibo sobre el decrecimiento, presentadas por Amelia y Chus, de la comunidad de Benicalap. Y el símbolo de las cestas colgadas de una polea en el tira y afloja de un consumo revisable y un crecimiento en valores personales y sociales.
No costaba encontrar coincidencias entre los muchos aspectos en que deseamos decrecer, conscientes de nuestra implicación en este sistema injusto en que vivimos; la necesidad de un consumo moderado también en lo necesario (comida, casa, ropa…), manteniendo una actitud de austeridad en nuestro estilo de vida, pero procurando también “resistir” y contraactuar en temas como la publicidad abusiva, el uso desmedido de la “caja tonta”, del móvil o el coche; contraponiendo el consumo responsable y el comercio justo al juego de la publicidad y de las grandes multinacionales.
Pero, sobre todo, ha sido en lo positivo donde se ha desarrollado nuestra imaginación y nuestras propuestas de compromiso. Queremos “crecer” en los valores más humanos y solidarios, participando en las campañas que algunas ONGs y organizaciones en las que estamos: Banca ética (ya hay más personas de comunidades en Fiare), colaboración con entidades de solidaridad con los inmigrantes (la Mesa, el “Semáforo Rojo”: por el cierre de los CIEs), y del Tercer Mundo.
Se sigue insistiendo en la “R”: reducir (teniendo presente el criterio de lo “necesario”, reciclar, reutilizar, recuperar, reparar, repartir, redistribuir…
Y valorar más lo “gratuito”, conscientes de que lo que más vale es lo que no tiene precio: el cariño, el acompañamiento, el tiempo dedicado a los demás, el silencio frente al ruido, la conversación frente a la TV, el paseo frente al sofá, la compañía frente al individualismo…
Todo lo celebramos con villancicos y poemas, recordando lo que significa la Navidad en el recuerdo de Jesús, pero también su actualidad, reflejada en la bonita referencia navideña (de Pepe Laguna) al nacimiento de una niña en una patera en Alborán esta semana pasada.
No ha faltado la comida compartida en un clima distendido, alegre y de fraternidad, con los consiguientes dulces, café, pacharanes caseros y otros licores (¡todo con moderación, no sólo por austeridad sino por mera salud!). Sí que han faltado las danzas y bailes que otros años animan la sobremesa. Pero en fin… Una alegre y gratificante celebración comunitaria que nos anima a seguir con esperanza.
(CCP-Valencia. Deme Orte)
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