12 de junio de 2015

Carta abierta sobre nuestras experiencias comunitarias (CCP_V)

Coordinadora CCP Valencia.

A raíz de la carta que sacerdotes de Vallecas han enviado al Papa sobre su experiencia de aceptación del ministerio del compañero cura obrero casado Julio Pérez Pinillos, la Coordinadora de CCP de Valencia se ha adherido a esa carta y a la que la Comunidad de Manises ha escrito mostrando su apoyo a dicha experiencia.
La coordinadora de CCP-Valencia valora como un significativo paso adelante la normalización de un caso que no deja de ser excepcional: el ejercicio ministerial de un cura casado en una parroquia, aceptado por la comunidad parroquial y los sacerdotes del arciprestazgo.
En ese sentido queremos mostrar nuestras experiencias (diversas) y reflexión comunitaria como comunidades de base en las que hay desde hace muchos años un funcionamiento comunitario en plan de igualdad, participación y corresponsabilidad como comunidades cristianas adultas.
La igualdad entre hombres y mujeres en nuestras comunidades ya no es una reivindicación sino una realidad, aunque no perfecta. Los carismas de las personas se reconocen, se valoran y se impulsan dando lugar a servicios comunitarios desclericalizados. Hemos pasado del esquema clero-laicos al de comunidad-ministerios.
El ministerio presbiteral lo valoramos en las personas que tienen ese carisma y lo ponen al servicio de la comunidad y de la Iglesia. La “ordenación” la entendemos como una validación que en su momento reconoció la Iglesia, y la respetamos como signo de comunión eclesial. No suprimimos ni anulamos el ministerio presbiteral, ni estamos por que desaparezca. Pero el problema no es que falten curas, y haya que recurrir a “recuperar” secularizados, ordenar mujeres, abolir la ley del celibato para que haya más curas o aceptar curas casados provenientes de otras confesiones… para el mantenimiento de la estructura clerical. Lo que faltan es comunidades adultas en las que los diversos carismas se hagan servicios comunitarios.
En algunos casos la “irregularidad canónica” de que el cura se haya casado no es para nosotras impedimento para que siga ejerciendo su ministerio si la persona se siente llamada y la comunidad lo acepta y valora. A veces se puede dar en nuestras comunidades una similar “irregularidad” de que presida la Eucaristía una mujer o una persona no “ordenada”. Creemos que es más importante que la comunidad celebre la Eucaristía, y menos quién la presida.
Estamos por la “ordenación” de las mujeres que se sientan llamadas al ministerio presbiteral y su comunidad le avale. Pero creemos que hay que superar “este” ministerio clerical y tender a un ministerio comunitario. Y en ese camino a veces puede ser necesaria la desobediencia “canónica” por el bien de la comunidad y por la libertad y creatividad de los hijos e hijas de Dios. Algunas mujeres estarían dispuestas a una servicialidad comunitaria, pero no con este ministerio clerical.
Nuestra teología comunitaria recalca el protagonismo de la comunidad en su funcionamiento: es ella quien celebra, quien se organiza y quien decide como mejor le parece los asuntos comunes, con libertad y creatividad, pero también con respeto a la comunión eclesial y a la tradición recibida, mantenida viva y actualizada. No queremos confrontaciones estériles ni conflictos innecesarios, ni con la jerarquía ni con otras personas, grupos o tendencias. Desde nuestra pequeña realidad comunitaria nos sentimos plenamente Iglesia de Jesús. No nos salimos de la Iglesia ni rompemos con ella, pero nos sentimos libres en nuestra periferia y nuestra disidencia. No reivindicamos nada para nosotras. Estamos bien como estamos, en nuestro lugar eclesial y social.
Sí que deseamos, queremos y trabajamos por ella, una Iglesia Comunidad de comunidades, igualitaria, fraternal y sororal, libre y liberadora, pobre y de los pobres, al servicio del Reino de Dios…
En este sentido nos congratulamos de las aperturas y esperanzas que el Papa Francisco está despertando en la Iglesia y en el mundo, como una nueva primavera eclesial que reviva el espíritu del Concilio Vaticano II, y anime una profunda renovación de la Iglesia. Animamos al Papa en esta difícil tarea y lamentamos y denunciamos las resistencias que sectores poderosos, incluso en la Curia vaticana, quieren contraponer al propósito del Papa. Le deseamos éxito en su tarea, pero también nos recordamos a nosotras mismas que los cambios no vendrán sólo de Roma sino que se han de producir desde abajo, desde las bases populares y desde nuestros propios corazones. Que el Papa haga su tarea y nosotras la nuestra.
Como hemos dicho, no reivindicamos nada para nosotras, ni siquiera el reconocimiento de plena ciudadanía eclesial de la que estamos convencidas. Sólo ofrecemos nuestra experiencia como una pequeña muestra más de la riqueza de la diversidad de dones del Espíritu. E invocamos ese mismo Espíritu en nuestra oración por el Papa, como él suele pedir, y por toda la Iglesia.

En comunión: Coordinadora de CCP-Valencia.

Febrero 2015.

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