1.
Estamos viviendo una de las más graves crisis sanitarias, económicas
y ecológicas de nuestra historia, que afecta a toda la humanidad, y
de manera especial a las personas y los grupos sociales más
vulnerables. Está afectando con especial dureza a nuestro país que
presenta un escenario dramático con más de 26.000 personas muertas,
220.000 contagiadas, más de 10 millones de personas en estado de
vulnerabilidad, un incremento espectacular de desempleo, cientos de
miles de inmigrantes en situación de pobreza extrema, aumento de las
denuncias de la violencia contra las mujeres.
2.
Los diferentes colectivos sociales están expresando su solidaridad
con quienes sufren de manera más acusada las consecuencias de la
covid19, ponen en marcha iniciativas solidarias, analizan sus efectos
y ofrecen propuestas que corrijan las crecientes desigualdades para
cuando termine la pandemia. Un ejemplo que resume esta corriente
cálida de solidaridad es, entre muchos, Cruz Roja. Hay que reconocer
la ejemplaridad del personal sanitario que expone su vida -y en
muchos casos la pierde- y la de sus familias a diario para salvar la
vida de las personas contagiadas por la covid-19.
3.
Nos alegran y dan esperanza las numerosas manifestaciones de
solidaridad y acogida de la gente más desprotegida, así como la
práctica de la ética del cuidado por parte de numerosas
instituciones, comunidades y colectivos cristianos. Destacamos de
manera especial el papel fundamental que está jugando Caritas a
nivel nacional y local en esta crisis a través de la atención a las
personas y grupos sociales más castigados. Agradecemos el
acompañamiento de seglares, sacerdotes, religiosos y religiosas a
las personas enfermas y fallecidas en soledad y a sus familiares que
no pueden despedir a sus seres queridos.
4.
Nos sorprende la tibia respuesta de la Conferencia Episcopal
Española, la ausencia de una declaración colectiva ante la
emergencia que estamos viviendo, así como la falta de presencia
pública, de relevancia social, de radicalidad y audacia evangélicas.
Echamos en falta su voz profética, compasiva, solidaria y
esperanzada. Tal actitud contrasta con el protagonismo social, la
locuacidad, la visibilidad, e incluso la beligerancia que demuestran
en sus pronunciamientos en cuestiones como la interrupción
voluntaria del embarazo, la enseñanza de la religión confesional en
la escuela, el mantenimiento de los privilegios concordatarios, el
matrimonio igualitario, etc.
Esa
actitud contrasta con el liderazgo moral que está ejerciendo el
Papa Francisco, quien ha calificado de “genocidio virósico”
priorizar la economía sobre la vida de la gente, ha apoyado la
Megacampaña Solidaria Seamos#Uno y ha creado una Comisión de
expertos para reflexionar sobre las consecuencias socioeconómicas y
culturales provocadas por la pandemia. Nuestra crítica respetuosa y
constructiva no es obstáculo para reconocer que hay obispos y
sacerdotes con un comportamiento solidario en sus respectivas
demarcaciones diocesanas y parroquiales.
5.
Creemos que el Ingreso Mínimo Vital es un derecho de ciudadanía y
como tal resulta imprescindible su reconocimiento y su aplicación
inmediata para mantener la cohesión social y aliviar las
escandalosas desigualdades y las situaciones de pobreza extrema
permanente que vive la sociedad española. Por ello compartimos el
malestar, e incluso la indignación, que han provocado las
declaraciones de la Conferencia Episcopal Española a través de su
secretario general en contra del salario mínimo permanente, que
ninguno de los miembros del episcopado ha desmentido o cuestionado.
Esta
negativa entra en contradicción con la asignación tributaria que
recibe la jerarquía católica de manera permanente desde hace
décadas y que asciende cada año a una cantidad entre 250 y 280
millones de euros. Nos parece, asimismo, una falta de sensibilidad y
de solidaridad hacia los millones de personas y familias que viven y
seguirán viviendo en situación de pobreza extrema y permanente.
Dichas
declaraciones contrastan con la postura de Caritas, que defiende la
renta básica, con la actitud del Papa, que en la Carta dirigida a
los Movimientos Populares ha defendido el “salario
universal para las personas trabajadoras informales, independientes o
de la economía popular”, así como con la política del
Gobierno, que va a aprobar el Ingreso Mínimo Vital, cuya aplicación
debe hacerse realidad lo antes posible.
6.
No nos parece justificado el criterio de algunos obispos que
consideran el confinamiento como un atentado del gobierno contra la
libertad religiosa y recluye a la Iglesia en las catacumbas, cuando
se trata de proteger la vida y la salud pública. Creemos
irresponsable el incumplimiento de las normas de confinamiento que
ponen en riesgo la vida de las personas que asisten a las
celebraciones religiosas, dan mal ejemplo a la ciudadanía y
priorizan el mantenimiento del culto a toda costa sobre la práctica
de la compasión con las víctimas, contraviniendo el imperativo
ético de Jesús de Nazaret: “Misericordia [compasión] quiero, no
sacrificios”.
7.
Es precisamente la compasión con las víctimas -como principio de
humanidad, presente en todas las religiones, opción fundamental del
Dios de la vida, actitud de Jesús de Nazaret y principio teológico-
la virtud a practicar en cada momento histórico, y hoy en la
pandemia por la covid19 con gestos, hechos y palabras para
curar la grave enfermedad que padece la humanidad y revalorizar la
vida, cambiar de rumbo y no volver la normalidad anterior.
Es
la principal lección a aprender de esta crisis.
Madrid,
8 de mayo de 2020
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