2 de septiembre de 2012

Última entrevista con Carlo Maria Martini, el cardenal del diálogo


Sintiendo la muerte cerca, tal vez deseándola —su último mensaje discordante con la Iglesia fue rechazar el tratamiento terapéutico—, el cardenal Carlo Maria Martini, de 85 años, concedió una última entrevista. El párkinson que lo venía martirizando desde hacía años apenas lo dejaba hablar, pero “el cardenal del diálogo”, como lo llaman los medios italianos, se las arreglaba para hacerse entender con la ayuda de don Damiano, su asistente. 

El pasado 8 de agosto, el excardenal de Milán —lo fue desde 1979 a 2002— recibió al también jesuita Georg Sporschill y le concedió una charla, “una suerte de testamento espiritual” que el Corriere della Sera ha publicado. Martini no se anda con rodeos: “La Iglesia debe reconocer los errores propios y debe seguir un cambio radical, empezando por el Papa y los obispos”.

El cardenal no elude ninguna pregunta. Ve a la Iglesia cansada, sin vocaciones, atrapada por la burocracia, enganchada al bienestar: “Nuestros rituales y nuestros vestidos son pomposos”. Llega a comparar la situación de la Iglesia con la de aquel joven rico que se marcha triste cuando Jesús lo llama para que se convierta en su discípulo. “Sé que no podemos desprendernos de todo con facilidad, pero al menos podríamos buscar hombres que sean libres y más cercanos al prójimo. Como lo fueron el obispo Romero y los mártires jesuitas de El Salvador. ¿Dónde están entre nosotros los héroes en los que inspirarnos…?”

Unas semanas antes de morir, Martini reconoce que la Iglesia está anticuada. “En la Europa del bienestar y en América, la Iglesia está cansada”. Y le receta tres instrumentos para salir del agotamiento. “El primero es la conversión. Debe reconocer los propios errores. Los escándalos de pederastia nos empujan a emprender un camino de conversión. Las preguntas sobre la sexualidad y sobre todos los asuntos que competen al cuerpo son un ejemplo. Debemos preguntarnos si la gente escucha todavía los consejos de la Iglesia en materia sexual. ¿La Iglesia es todavía una autoridad de referencia o solo una caricatura en los medios?”. El segundo y el tercer consejo es recuperar la palabra de Dios y los sacramentos como una ayuda y no como un castigo. “¿Llevamos los sacramentos a los hombres que necesitan una nueva fuerza?”. El cardenal querido por los italianos —6.000 por hora desfilaron por la capilla ardiente instalada en la catedral de Milán— pone en duda el papel de la Iglesia católica frente a los nuevos modelos de familia.

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