“No
es una guerra, es un genocidio”, decíamos en el anterior editorial
sobre Gaza. Es un genocidio, volvemos a repetir ahora después de un mes de violencia y destrucción. El ensañamiento de Israel contra Gaza poco tiene que envidiar al exterminio que hicieron sus antepasados en las bíblicas ciudades de Jericó y de Ay. La violencia practicada contra Gaza ha dejado cerca de 2000 personas muertas, la mayoría de población civilde la que una tercera parte son niños y niñas, y más de 9.000 personas heridas, muchas de gravedad, medio millón de desplazados y unas 5.000 viviendas arrasadas. Israel, entre tanto, ha perdido 64 militares y 3 civiles.La masificación en los refugios, gestionados por la ONU, y el estrangulamiento de los servicios básicos están complicando las tareas destinadas a cubrir las imperiosas necesidades de los humanos. Un millón y medio de personas no tiene acceso al agua y la falta de electricidad está afectando a los servicios de distribución de agua, saneamiento y salud. A juicio de June Kunugi, representante de UNICEF en Palestina, “el costo humano y material —de esta que Israel llama Operación Margen Protector— no se puede describir con palabras”.
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