28 de mayo de 2008

El cardenal Martini pide la reforma de la Iglesia

El influyente cardenal elogia a Lutero, defiende el debate sobre el celibato y la ordenación de mujeres y reclama una apertura del Vaticano en materia de sexo.

“La Iglesia debe tener el valor de reformarse”. Ésta es la idea fuerza del cardenal Carlo Maria Martini (Turín, 1927), uno de los grandes eclesiásticos contemporáneos. Con elogios al reformador protestante Martín Lutero, el cardenal le pide a la Iglesia católica “ideas” para discutir hasta la posibilidad de ordenar a viri probati (hombres casados, pero de probada fe), y a mujeres. También reclama una encíclica que termine con las prohibiciones de la Humanae Vitae, emitida por Pablo VI en 1968 con severas censuras en materia de sexo.

El cardenal Martini ha sido rector de la Universidad Gregoriana de Roma, arzobispo de la mayor diócesis del mundo (Milán) y papable. Es jesuita, publica libros, escribe en los periódicos y debate con intelectuales. En 1999 pidió ante el Sínodo de Obispos Europeos la convocatoria de un nuevo concilio para concluir las reformas aparcadas por el Vaticano II, celebrado en Roma entre 1962 y 1965. Ahora vuelve a la actualidad porque se publica en Alemania (por la editorial Herder) el libro Coloquios nocturnos en Jerusalén, a modo de testamento espiritual del gran pensador. Lo firma Georg Sporschill, también jesuita.

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1 comentario:

Víktor Gómez Valentinos dijo...

Sigue abriendose la cicatriz
y cada día es mayor el daño.
Quién puede sanar no sana y
quienes no pueden dan su vida
en el empeño, en su innegociable
empeño de sanar, de cerrar la
herida.

Los cínicos, mirando desde arriba,
se sonrien o se escandalizan.
Y alguno comenta, ¡no saben lo
que hacen! ¡Qué pérdida de tiempo!

Los hipocritas argumentan: estamos
haciendo todo lo que podemos.

Y la cicatriz sigue abriéndose,
haciéndose más dolorosa y grande.

Los conformistas gimen. Y callan.
Los anestesiados no se duelen de
esa infecta lesión. Y beben y beben. Cómo si fuera ya la fiesta.

Los días traen más dolor. Y ya se
amputó alguna parte del cuerpo terriblemente gangrenada. Es un lisiado. Un tullido que espera a
que en algún momento, antes del fin, quien puede sanarle, lo haga.

¿Pero quiere quién puede?
¿Pero me siento llamado a sanar
o sigo entre los que miran de lejos el paso de los días sin que se me remuevan las entrañas, sin pavor ni misericordia?

Los que dicen que saben, ¿qué hacen?

Los que no sabemos pero queremos, ¿hacemos lo suficiente?

Y la cicatriz crece. Y el dolor es cada día más fuerte.


Martini, gracias.


V