22 de diciembre de 2008

Declaración de la Juan XXIII sobre los problemas de la bioética

Madrid, 18 de diciembre de 2008

La Asociación de Teólogos y Teólogas "Juan XXIII" quiere sumarse al movimiento de diálogo interdisciplinar de la Bioética, en la búsqueda común de valores compartidos, pero sin arrogarnos el derecho de intromisión para dictar normas de moralidad a la sociedad civil.


Creemos que la Teología debe sumarse a dicho diálogo para ayudar a transformar, a la vista de nuevos datos, algunos de sus paradigmas y conclusiones; pero sin imponer exclusivamente interpretaciones de sentido sobre la vida y la muerte, el dolor, la salud o la enfermedad.

En el terreno de la bioética es necesario distinguir tres tipos de cuestiones: las científicas, las filosóficas y las y religiosas. La intervención en el debate sobre las cuestiones científicas corresponde a los expertos en dichas materias. En las cuestiones filosóficas existe una amplia pluralidad de concepciones. En el tercer tipo de cuestiones, las religiones están en su legítimo derecho de exponer sus planteamientos, pero no pueden exigir su acatamiento a toda la ciudadanía como si fueran los únicos válidos.

En el contexto de la sociedad plural y secular, las personas creyentes pueden participar en el debate público sobre bioética, conjugando su propia fe con el talante de diálogo en medio de situaciones interculturales e interreligiosas.

Con este espíritu de diálogo proponemos el siguiente Decálogo:

1. Nos sumamos al movimiento de diálogo interdisciplinar de la bioética como conversación pública para buscar en común respuestas a los desafíos que plantea el cuidado de la vida en la era de la biotecnología. Creemos que, para las ciencias y las humanidades, vale el programa emblemático. En vez de enfrentar a las éticas o las creencias contra las ciencias y tecnologías, conviene fomentar su integración mediante la educación, la colaboración de los medios de comunicación y el debate cívico sin crispación.

2. Para converger en una ética auténticamente global queremos escuchar las diferentes perspectivas mediante el diálogo intercultural sin exclusiones ni jerarquizaciones previas. La alianza de civilizaciones y el diálogo de religiones son imprescindibles para fomentar una cultura de la vida.

3. Deseamos y esperamos que las diversas religiones se sumen a esta búsqueda en común de valores de cara al futuro de la vida y de la humanidad. Respetaremos la pluralidad, sumándonos a la búsqueda común de convergencias en valores para garantizar responsablemente el futuro de la vida y de la humanidad. “Ya no hay más judío ni griego, esclavo ni libre, varón o hembra, pues todos hacéis uno…” (Gal 3, 28). Las diversas creencias deberán pasar por la criba de la autocrítica para librarse de sus respectivas exageraciones, por ejemplo, la homofobia, el maltrato a la mujer o la discriminación de las vidas más desfavorecidas.

4. Las actitudes aprendidas en el evangelio de Jesús nos motivan especialmente para apoyar una ética de la gratitud responsable en el cuidado de toda vida. Propondremos, sin imponerlas, alternativas para el cuidado de la vida desde la perspectiva del evangelio de Jesús, con tal de hacerlo en el momento oportuno y con tolerancia constructiva. Pero al contribuir a un diálogo plural desde perspectivas evangélicas, no centraremos la aportación de esta tradición en citas de documentos eclesiásticos oficiales. Partiremos de la palabra de Jesús: “Yo he venido para que vivan y estén llenos de vida” (Jn 10, 10), para exhortar con lenguaje positivo y esperanzador, que anime a vivir y a vivificarnos mutuamente.

5. La acogida responsable del proceso humano de nacer ha de realizarse en el marco del respeto a la dignidad y derechos de la mujer en lo relativo a la reproducción. Reconocemos la necesidad de revisar a fondo la propia tradición por lo que se refiere a los enfoques sobre género, sexo y relaciones humanas, para superar los límites de una teología demasiado condicionada por pesimismos, maniqueismos, estoicismos o puritanismos.

”Me has tejido en el seno materno” (Sal 139, 13) es un texto programático que invita a respetar el proceso constitutivo de una nueva vida –camino y no momento instantáneo-, acompañándola con el proceso humano de acogerla responsablemente, de acuerdo con la gradualidad de dicha exigencia de respeto según las fases de su formación. Sin tomar en serio la educación sexual integral –incluídas la anticoncepción e intercepción responsables- carecerán de credibilidad los esfuerzos por la protección del feto.

6. El acompañamiento responsable del proceso humano de morir incluye el respeto al derecho de decidir cómo vivir la fase final de ese proceso digna y autónomamente. Haremos por redescubrir y reapreciar elementos olvidados de la propia tradición terapéutica corpóreo-espiritual; por ejemplo, asumir la muerte y tomar autónomamente las riendas del proceso de morir. Pero tendremos presentes las deficiencias de la propia tradición por lo que se refiere a las escisiones dualistas entre el ser humano y la naturaleza o entre lo corporal y lo psíquico; para poder recrear una teología de la creación capaz de valorar y liberar la tierra, el cuerpo y la vida. “Yo soy la resurrección y la vida” (Jn 11, 25). La tradición de la moral teológica católica ayuda a discernir situaciones de limitación del esfuerzo terapéutico, legal, ética y teológicamente correcta.

7. No se debe hacer un ídolo del dolor, hay que fomentar su alivio y asegurar el acceso por igual a los cuidados paliativos. “Mientras lo exterior se deteriora, lo interior se renueva” (2 Co 4, 16). No se debe hacer un ídolo del dolor, que tenemos derecho a aliviar, incluída la sedación oportuna, médicamente indicada y debidamente consentida y protocolizada. La tradición católica ayuda a evitar criminalizaciones injustas como, por ejemplo, la de las irresponsables acusaciones anónimas del caso Lamela vs. Leganés.

8. Es responsabilidad ética apoyar la investigación científica para curar, mejorar y proteger la calidad del vivir. Reconocemos la necesidad de soltar lastre de la propia tradición, para que no naufrague una teología que durante demasiado tiempo ha minusvalorado la tecnociencia. Cultivar la tierra, sin quedarse cruzado de brazos a esperar el don del cielo, es el comienzo de la tecnología, misión del ser humano para quien es natural modificar artificialmente la naturaleza con la tecnología, si bien desde una actitud de respeto a la naturaleza. La teología de la creación fomenta el diálogo para aprender de la ciencia.

9. Admirando y agradeciendo los avances científicos, fomentaremos las aplicaciones de la investigación al servicio de lo terapéutico. Pero el cuidado de la vida ha de extenderse al conjunto de los vivientes y ecosistemas. “Aguardamos un cielo nuevo y una tierra nueva en que habite la justicia” (2 Pe 3, 13). La Bioética incluye la Ecoética. No basta haber pasado del paternalismo a la autonomía; hay que globalizar y ecologizar la ética de la justa distribución de los recursos de la vida.

10. El cuidado de la vida ha de incluir también la responsabilidad hacia las generaciones futuras. Por eso tendremos siempre presentes las preguntas motrices del movimiento bioético: “¿Es responsable y merece la pena hacerse cuanto puede técnicamente hacerse? ¿Para beneficio de quién serán los logros?” Así, enfocaremos cualquier problema bioético, captando su aspecto social. Jesús repartió pan de vida, pero para todos y todas. Esta ética global de la justicia es, a la vez, ética de la vida.

Para nosotros van unidos el no a la guerra, al asesinato y a la pena de muerte, el no a las interrupciones injustas del proceso de nacer y el no a las prolongaciones injustas del proceso de morir, así como el no a la destrucción del ambiente y a la dilapidación de los recursos de la vida. Ése quiere ser nuestro compromiso como ciudadanos, como creyentes y como teólogos y teólogas, en colaboración con cuantos profesionales, colectivos sociales y organizaciones humanitarias trabajan por mejorar las condiciones de vida y aliviar el sufrimiento de la humanidad y de la naturaleza.

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