El pasado 14 de septiembre celebró sus 90 años de edad una de las figuras religiosas brasileras más importantes del siglo XX: el Cardenal Paulo Evaristo Arns. Al volver de la Sorbonne fue profesor mío, cuando yo todavía andaba de pantalón corto, en Agudos-SP, y después, en Petrópolis-RJ, ya fraile, profesor de Liturgia y de teología de los Padres de la Iglesia antigua. Nos obligaba a leerlos en sus lenguas originales, en griego y en latín, lo que me infundió un amor profundo por los clásicos del pensamiento cristiano. Después fue elegido obispo auxiliar de São Paulo. Para protegerlo, porque defendía los derechos humanos y denunciaba, arriesgando su vida, las torturas a prisioneros políticos en las mazmorras de los órganos de represión, el Papa Paulo VI lo hizo cardenal.
Profético, pero manso como un san Francisco, mantuvo siempre la dimensión de esperanza, aun en medio de la larga noche de la dictadura. Todos los que lo encontraban podían infaliblemente oír como yo oí estas palabras firmes y fuertes: «valor, adelante, de esperanza en esperanza».
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