9 de julio de 2012

Declaración final de la Asamblea de Cáritas

LXIX ASAMBLEA GENERAL DE CÁRITAS ESPAÑOLA

Los representantes de las 68 Cáritas Diocesanas de todo el país, reunidos en la 69ª Asamblea General de la Confederación Cáritas Española celebrada en El Escorial del 22 al 24 de junio, queremos compartir con toda la comunidad cristiana y el conjunto de la sociedad nuestra reflexión sobre los signos de los tiempos y nuestra escucha del clamor que nos lanzan, en esta encrucijada de nuestra historia, los pobres, de manera especial los más vulnerables: personas inmigrantes, familias con hijos menores, jóvenes sin empleo y hogares sin ingresos.
Hemos analizado conjuntamente las inquietudes de nuestras Cáritas, de nuestras comunidades y proyectos, y en particular de los 62.000 voluntarios y voluntarias que, en estos tiempos complejos, se encarnan a diario en la realidad de los últimos de la sociedad. “Nos hemos acercado a las muchedumbres y escuchado sus llamamientos, gritos de preocupación y esperanza a la vez. En estas circunstancias, hemos podido ver con nuevo relieve los graves problemas de nuestro tiempo (…) comunes a una humanidad que se pregunta sobre su futuro, sobre el significado y orientación de los cambios en curso” (Octogesima Adveniens 2).
Es esta voz de las personas en situación más precaria, y que en número creciente –más de un millón en 2011— llaman a las puertas de nuestra red confederal de atención primaria, la que nos urge a actuar de manera responsable y global, personal y colectiva. Sus gritos nos hablan del riesgo de quiebra de la cohesión social que amenaza hoy a más de una cuarta parte de la población española, mientras asistimos al aumento de los índices de pobreza, a la cronificación de muchas situaciones de precariedad, al retroceso de los sistemas de protección social y al desgaste de los mecanismos de protección familiar.
La actual coyuntura está consolidando estructuras de injusticia y de sufrimiento, donde los ciudadanos con mayor desventaja social son los grandes olvidados del sistema y soportan las consecuencias de una crisis que ha agudizado otra crisis (de modelo de desarrollo) anterior, que existía ya en tiempos de bonanza económica, y que está disparando la desigualdad y expulsando a muchas personas a los márgenes de la sociedad.
Por ello, desde Cáritas queremos optar por acciones auténticamente significativas, que activen la solidaridad entre personas, comunidades y pueblos, y que sirvan para denunciar las situaciones de opresión y de sufrimiento a las que nos acercamos cada día.
Nos encontramos ante un modelo social tiranizado por lo económico, ante el que es necesario promover sin demoras un cambio de paradigma y un nuevo marco de convivencia que redefina las prioridades básicas de la sociedad ante el poder de los mercados, tal y como señala Benedicto XVI en Cáritas in Veritate. Por eso, renovamos nuestra apuesta por un modelo de desarrollo globalizado, basado en la promoción, el acompañamiento y la denuncia profética, cuyo centro sea la persona y que garantice el ejercicio de los DDHH, la participación, la creatividad social, la justa distribución de la riqueza y el desarrollo armonioso con el medio ambiente.
En la actualidad, el debate público está sujeto a una dialéctica perversa entre la primacía de lo social o de lo económico, donde el orden de los factores sí altera el producto. Bajo el principio de austeridad, en todos los niveles territoriales de la Administración se está apostando por reducir en primer lugar los gastos en políticas sociales, que evidencia la supeditación de la agenda social al dictado económico. Esta tendencia está teniendo consecuencias graves sobre las políticas sociales y los servicios sociales, la capacidad de atención y respuesta a las personas más vulnerables, la financiación a la acción de las organizaciones sociales y los espacios de participación de la sociedad civil.
Tal y como nos muestran la Comisión Europea y las Naciones Unidas, se está produciendo un claro retroceso en materia de derechos sociales y una merma de recursos públicos que suponen la quiebra de muchos procesos de acompañamiento a personas excluidas, así como la desaparición de organizaciones sociales, de sus proyectos y centros. Esto genera un grave vacío en el tejido asociativo, tal vez irreparable, precisamente cuando son más necesarios los procesos de acogida y de integración.
Reiteramos, en este sentido, que es el Estado quien, en sus distintos ámbitos territoriales, tiene el mandato de garantizar el acceso de todos a los derechos constitucionales básicos: alimentación, empleo, vivienda, sanidad y educación. Para ello, volvemos a reclamar con urgencia la puesta en marcha de un sistema de garantía de ingresos mínimos.
Asistimos, también, a una escandalosa política de cooperación que, en lugar de garantizar el derecho al desarrollo de los pueblos, se aleja cada vez más de los compromisos del Pacto de Estado contra la Pobreza y del Pacto Mundial por los Objetivos de Desarrollo del Milenio, lo que contribuye a ensanchar la brecha entre los países y los pueblos. En un mundo interconectado, las políticas públicas no pueden dar la espalda al desarrollo con otros, desde una perspectiva internacional inspirada por la solidaridad fraterna en la que “todos somos responsables de todos”, como nos recordaba Juan Pablo II en Sollicitudo Rei Socialis.
Por estas razones, cuando somos testigos de múltiples rupturas --personales, familiares, sociales y globales--, apostamos por una presencia de Cáritas en la vida pública que sea, necesariamente, contracultural, imbuida por una lógica de valores diferentes a los imperantes y que nos impulsen, como servicio organizado de la caridad en el seno de la Iglesia, a ser y hacer de otro modo. Debemos estar con y para quienes más sufren, y denunciar también las estructuras de pecado que generan este sufrimiento. De manera especial, queremos manifestar nuestra solidaridad y cercanía con las familias y personas más golpeadas por las actuales condiciones de precariedad.
Renovamos nuestra opción preferencial por los pobres, porque quien opta por Jesús opta por ellos y por el Espíritu que actuó en Él, ungiéndolo “para anunciar a los pobres la Buena Nueva, para proclamar la liberación a los cautivos, y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor” (Lc 4,18).
Concluimos nuestra Asamblea con una llamada a la acción y a la esperanza, y con una invitación, en estos tiempos de zozobra, a compartir incluso lo necesario para, como propone nuestra campaña institucional, podamos “vivir sencillamente para que otros, sencillamente, puedan vivir”. Y agradecemos la corriente de gratuidad, silenciosa y admirable, de tantas personas voluntarias y donantes de Cáritas que, dando incluso mucho de lo que tienen para vivir, han asumido como estilo de vida el compromiso del ser antes que el tener y son capaces de cambiar cada día su pequeña parcela de mundo. 

 El Escorial, 24 de junio de 2012 

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